Esta historia fue cogiendo forma en mi cabeza cuando fui padre y mi hijo empezó a ir a la escuela. Mi profesión de actor me permitía unos horarios de trabajo muy diferentes a otros padres y durante un tiempo coincidí en Sarrià, Barcelona con un grupo de madres que pasaban la tarde en la plaza acompañando a sus hijos mientras charlaban de sus cosas. Y digo madres, porque eran sólo madres lo que yo veía y muy pocos padres que sólo aparecían de vez en cuando los viernes. No digo que algunas de estas madres no se encontraran felizmente realizadas con la crianza de sus hijos e hijas en estos primeros años pero si que fui testigo de cómo muchas de ellas se quejaban de la pesada rutina y la inacabable serie de obligaciones que día tras día habían de asumir: las citas con el pediatra, hacerse cargo de la compra del súper, llevar la merienda a los niños, acompañarlos a las extraescolares… Allí fui consciente de cómo nuestra sociedad aún fuerza a muchas mujeres a tomar el rol de cuidadora de la familia sin ni siquiera poderse plantear otra opción. De repente sus vidas se llenaban de pequeñas tareas aparentemente menores y sin importancia pero que requerían una dedicación y un compromiso pocas veces bien valorado.
Años mas tarde este negocios e ha hecho realidad con la pastelería del «Oh, Mami!». Las tres mujeres protagonistas de esta historia ponen en marcha su plan para liberarse del tedio y de la rutina abriendo una tienda de pasteles y cupcakes para más adelante redondear lo ofreciendo a las clientes del barrio un servicio de masajes íntimos en el altillo del local.
Con este segundo negocio quería hablar también de la sexualidad femenina, durante tanto tiempo escondida y misteriosa. Por tradición siempre se ha pensado que el hombre es más sexual que la mujer, es por eso que la prostitución y el negocio del sexo se centra principalmente en él como consumidor. De la mujer se ha dicho siempre que es mas compleja, más sensible y que necesita de cierto vínculo emocional para poder disfrutar de las relaciones íntimas. Sin voluntad de emitir ningún juicio al respecto y sin perder el tono de comedia que me gusta emplear para mis historias me apetecía proponerme las siguientes preguntas: ¿A quién le interesa este discurso? ¿Qué pasaría si las mujeres también empiezan a pagar para su placer? Cómo serían estos locales de sexo femenino?¿Qué supondría de revolucionario para la sociedad, para sus familias y principalmente para ellas mismas? Vivimos en un mundo donde a menudo pensamos que una única relación de pareja te satisfará en todos los sentidos, cargando así de responsabilidad y de exigencias. ¿Qué pasaría si rompemos este dogma?
¿Qué pasaría si vemos que otras formas son posibles? ¿Qué pasaría si las cosas no son como nos hemos pensado que eran?